Semanas atrás, cada uno de nosotros, esperaba impaciente en sus casas, en clase, en el trabajo, o en cualquier sitio, a que llegase la hora de ensayar porque… Había que seguir preparándose para la noche mágica, para poder mostrarte todo nuestro cariño y agradecimiento de la mejor forma que sabemos. Llevábamos mucho tiempo esperando este momento y, finalmente, el sueño se cumplió.
Hoy, todas las miradas se posan en ti, en tu dulce y hermoso rostro. Tan solo con mirarte, nos llenas de emoción y de cariño. Lo que tú transmites, nadie puede igualarlo. En esta madrugada del 24 de septiembre, justo al llegar la madrugada, la iglesia estaba más llena que nunca, llena de esa gente que no puede esperar al amanecer para ver tu elegancia tras haber bajado del cielo para contemplarnos más de cerca. Qué feliz nos hace verte rodeada de tantas y tantas personas que te adoran.
En este día, cada uno de nosotros tiene mucho que agradecerte. Cada año tenemos alguna anécdota o, cualquier momento importante de nuestras vidas por el que alabarte y rogarte porque, en ellos, siempre estás tú, madre. Igualmente, te damos gracias por estar en esos momentos que, si que nos cuestan más trabajo sobrellevar y, como no, contamos con tu compañía y tu calma. El simple hecho de ir a visitarte a tu casa y quedarnos sentados, frente a ti, hablando en silencio, con la mirada… Eso, bendita madre, para un mercedario es algo muy grande. Qué gran suerte tenemos aquellos que podemos decir que somos de ti, de tu templanza y hermosura.
Has bajado del altar, para estar más cerca del que te quiere. Eternamente agradecidos por estar por y para nosotros. Ojalá veas recompensado todo lo que tú nos das con las muestras de cariño, los cantos, las lágrimas, los besos y todo lo que tus hijos te aportamos, que nunca será suficiente. Un nuevo año, que, como no, se quedará grabado para el recuerdo.
Feliz día, madre Mercedaria…
¡HASTA El FINAL CONTIGO!